El arte alimenta

LA HISTORIA
A un año de la acción "El arte se cuida", continuando con el pensamiento del arte como hacedor se me ocurrió una nueva intervención, pero a diferencia de la anterior que habla del arte público y general, esta vez se traslada el proyecto al ámbito privado.
Fotografié uno de mis pezones y lo imprimí como adhesivo pensando en intervenir en distintos espacios que funcionen como senos de la sociedad bajo el lema "El arte alimenta" impulsándome a acercarme a distintas galerías de arte, centro culutrales y espacios que pertenecen al circuíto comercial del arte para llevar a cabo la intervención.

EL CONCEPTO
"El arte alimenta" también tiene un doble sentido referencial. Por un lado la intervención habla del arte y su función por alimentar de manera simbólica a la cultura y a la sociedad mediante estos espacios antes ejemplificados, y por el otro, habla del arte como proveedor material de alimentos para que artistas y personas involucradas con estos circuitos puedan realmente comer. El público se acerca a estos espacios como si fueran senos de donde alimentarse de manera cultural, espiritual e intelectual, y al mismo tiempo contribuyen a que los involucrados en el proceso puedan alimentarse de manera real.

LA TRANSACCIÓN
Con esta idea me acerqué a distintas galerías y espacios arriba mencionados. Para reafirmar el concepto se me ocurrió vender cada pezón. Hablaba con el dueño o representate y explicaba el proyecto. Luego le decía que si adhería al concepto del arte como hacedor podía encargar cuantos pezones quisieran al módico precio de 25 centavos cada uno. En ese precio se incluye también la instalación del adhesivo en la pared. Una vez que encargaba la cantidad deseada le hacía un recibo con la suma total.

SOBRE EL PEZÓN
Que el pezón fotografiado fuese mío y no de otra persona tiene varias explicaciones. La primera y más sencilla es que la obra es mía, y al tener la idea de comercializar con los adhesivos me parece que tiene mayor sentido si el pezón que alimenta a los otros es el propio. También, mientras en "El arte se cuida" el elemento era un preservativo que era algo público para dar uso en la intimidad, mi pezon funcionaría de manera inversa siendo algo íntimo para un uso público.
 Por otro lado, mis pezones tienen una cualidad particular. Mientras que el pezón de los hombres no pueden producir alimento haciendo hueca la obra, y el de las mujeres fértiles o embarazadas sí, mi pezón en apariencia más similar al del hombre es más grande debido a que tengo glandulas mamarias que podrían producir leche en caso de quedar embarazada, cosa improbable debido a mi condición transgénero. Pero mi pezón de mujer infértil se reactiva como el pezón de madre bajo el desarrollo de esta idea. Si mi pezón hace explícita la función de los lugares como senos que alimentan a la sociedad y a los involucrados en el proceso comercial, y mi obra se consume (tanto en su compra como en su exhibición) mi pezón adquiere un caracter maternal proveedor de alimento eliminando mi imposibilidad de ser madre biológica.

EL FRACASO
Tan sólo ocho personas efectuaron un pedido en el acto. Siendo un número tan disimil a las expectativas y al esfuerzo puesto, sumado al frío encuentro con galerías que tienen el valor de hacerse llamar "de arte", desisto y redacto una carta para los únicos interesados donde les devolvía el dinero, les regalaba un pezón y les explicaba la conclusión respecto a esta experiencia.

La carta decía lo siguiente:
 
Estimado/a:
Hace ya más de dos meses me presenté ante usted y le ofrecí adherirse a la idea de que su espacio funciona como seno que alimenta a la sociedad con la difusión del arte, alimentando también a los artistas y personas involucradas en el proceso de venta del mismo. Lo hacía a través de la venta de un pezón adhesivo para pegarlo en un lugar visible o no.
Al ser yo una persona en tratamiento de reasignación hormonal, el pezón fotografiado tiene una particularidad: desarrollé glándulas mamarias que – al no poder yo quedar embarazada – nunca producirán alimento. Al haber comprado mi pezón y acceder a que cumpla una función pegándolo en una de sus paredes, usted no sólo reafirmaba que el arte alimenta, sino también activaba mi fertilidad confirmando que el arte es hacedor y “posibilitador” de cambios.
Lamentablemente la experiencia fue humillante. Caminé a pie galería por galería durante horas y días, entre la facultad y mi trabajo de trasnoche, sin comer ni beber, ofreciendo vulnerable mi desnudo a través de una idea que no exigía ningún esfuerzo por su parte y sí un esfuerzo por la mía donde llevé mi cuerpo al agotamiento buscando la simpatía de los espacios de arte. Ofrecía la compra de una etiqueta o más al precio que me salía imprimirla (25 centavos cada una) no obteniendo ningún beneficio económico personal ni representando un gran sacrificio económico por parte del comprador.
La mayoría de las personas me recibieron como una molestia o no entendiendo por qué una artista se acercaba personalmente con una idea que no tenía fines de lucro. Aunque explicaba que esto no era una propuesta para exhibir mi obra sino una simple intervención simbólica y colectiva, muchos me pedían que les dejara un folleto y diciéndome que se contactarían. Ninguno lo hizo. Volví a enviarles un mail, y prácticamente nadie respondió.
Usted, entre muy pocos, realizó una compra en el acto, representando un porcentaje mínimo dentro de la experiencia desgastante de confrontación fría que me hizo consciente de que las galerías de arte están lejos de la experiencia artística, y de interesarse por los artistas sin recursos con ideas emprendedoras.
Desanimada y agotada abandoné el proyecto.
Le devuelvo el dinero de su compra y le obsequio una etiqueta para que haga con ella lo que le parezca correcto. Le pido disculpas y le agradezco por ser una de las pocas personas abiertas al arte en el circuito de arte.